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Parterres de la entrada al Palacio con baladres y bouganvillea tapando el muro de entrada |
LA AVENIDA DE LOS TILOS
La vegetación. Laureles y robinias. El pino del
Himalaya.
Originario
del Asia Menor, pero cultivado en todo el ámbito mediterráneo desde tiempos
inmemoriales, el laurel, en Cataluña, se encuentra naturalizado- en régimen de
libre reproducción, sin intervención del hombre y en lícita competencia con las
plantas indígenas del país- exclusivamente en lugares habitados y en los fondos
de torrenteras y valles húmedos de las tierras bajas. El aroma peculiar de la
planta, los márgenes típicamente ondulados de las hojas y el peciolo rojizo que
las sostiene son caracteres que por sí mismos permiten identificarlo con
facilidad. En los jardines del Palau de Pedralbes es, por doquier, la especie
más frecuente, y asimismo, la de imagen más diversificada: recortado como seto
bordea el ala derecha del parque; perfiles redondeados, entre cilíndricos y
esféricos, delimitan el arco del surtidor de la entrada o puntean
juguetonamente la fachada del Palacio. Individuos altos y ufanos, en armónica
convivencia con la arboleda del parque, figuran diseminados en la práctica
totalidad de parterres. Pero el ejemplar arbóreo mejor conformado lo
encontramos junto al minúsculo estanque del ala izquierda, entre robinias y
aligustres. La gran mayoría en cambio,
conserva el porte arbustivo propio de su crecimiento natural. Efectivamente, amontonados al pie de
cualquier laurel aparecen, ininterrumpidamente a lo largo del año, innumerables
y vigorosos retoños que, si se respetan, convierten cada ejemplar en un haz
vivo de pequeños troncos. Es el típico
crecimiento arbustivo. La poda continuada, limitando el desarrollo aéreo, favorece
la formación de estos retoños. Una y
otra forma- arbórea y arbustiva- son bien visibles a la sombra de la densa
vegetación del jardín, a ambos lados del paseo de los tilos.
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Paseo de los Tilos |
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Psarterre de hiedra con una de los cinco jarrones de piedra y mármol |
Al igual
que sucede con los laureles, la vegetación dominante del parque es perennifolia
y, por tanto, con variaciones poco aparentes a lo largo de las cuatro
estaciones del año. Los contados árboles caducifolios existentes- exceptuando
la doble hilera central de tilos- se agrupan, con muy pocas excepciones,
alrededor del anillo peatonal de circunvalación: en el ala de poniente, viejos
ejemplares de robinias, especie de origen norte americano pero tan
perfectamente adaptada a nuestras latitudes que se reproduce espontáneamente y
se desarrolla con extraordinario vigor por todo el territorio, llegando, a
menudo, a competir con éxito con las especies indígenas. Los foliolos de cada
hoja, ovalados, de matiz azulado por el reverso y en número superior a la
docena, se unen, apareados, con la luz intensa del sol, auto protegiéndose del
calor, y al caer el crepúsculo, en un movimiento inverso, cuelgan
relajadamente. En el ala de levante encontramos asimismo muy pocos
caducifolios: escasos ejemplares de tipuanas junto a la antigua rosaleda y más
allá, un solitario castaño de Indias. A medio camino, un pino del Himalaya- ejemplar
único en los jardines públicos de la ciudad- de hojas delgadas pero alargadas,
péndulas, sujetas en grupos de a cinco. En las vertientes del Himalaya,
conjuntamente con los cedros, forma bosques mixtos de gran extensión. Su
presencia en el jardín, permite al paseante llegar a entrever, con un poco de
fantasía, la rara belleza- exótica- de estos bosques asiáticos.
Estética y diseño
Tres
caminos, desde la entrada principal, conducen al Palacio: dos laterales, que
dibujan un anillo de circunvalación, y el central, más corto, bordeado de una
doble hilera de tilos. Es éste el viejo paseo- tanto como los viejos árboles-
que desde la antigua torre Güell, hoy cuerpo central del Palacio, atravesaba la
finca entera hasta más allá de la Diagonal. La apertura de esta vía, además de
seccionar brutalmente el histórico camino, creó una serie de terraplenes de
acusado desnivel que fue imprescindible ceñir a la nueva avenida. El surtidor
de la entrada, abrazado por un camino circular en pendiente, con laureles y naranjos
amargos recortados y una pantalla paralela de cedrus y cipreses, salva
precisamente estas diferencias de cota. Idéntico papel nivelador juegan las
escaleras y los muros de contención alrededor del patio de las antiguas
caballerizas, hoy museo de carrozas. El viejo y fragmentado paseo de los tilos,
tapizado de hiedra, atraviesa la antigua rosaleda, el área más abierta y
espaciosa del jardín. Parterres triangulares de césped, simétricos a ambos
lados, se abren como los claros en mitad de un bosque, rodeados de una densa
barrera arbórea y, por el ala norte, de un original respaldo vegetal,
recortado, con una cara ataludada, de evónimos y pitósporos. En cada flanco, un
surtidor, simétricamente dispuestos, ornando una de las creaciones
paisajísticas de mayor simplicidad, sinónimo, sin embargo, de noble elegante.
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Los tres caminos nos conducen hasta el palacio |
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