domingo, 5 de junio de 2022

PALACIO DE PEDRALBES 12

 E- EL ENTORNO DEL PALACIO

La vegetación. El pino piñonero.

 


Es preciso viajar y alcanzar países subdesérticos africanos o, aún más allá, ganar el ecuador y ver y transitar por las llanas y dilatadas sabanas tropicales, con árboles dispersos, y regularmente distribuidos sobre un alto manto herbáceo, para encontrar formas vegetales similares a las del pino piñonero.

 Los árboles que como las numerosas acacias africanas o nuestros pinos piñoneros, tienen, por imperativos biológicos, autentica necesidad de luz, suelen desarrollar largamente las ramas inferiores, las cuales crecen ininterrumpidamente hasta sobre -salir de la zona de penumbra y alcanzar los rayos del sol. Es el único mecanismo que permite estructurar, poco a poco, la típica copa, ancha y apaisada, verde por encima pero reseca interiormente. Las hojas, efectivamente, aparecen sólo en las partes más soleadas. Tan pronto son superadas por otras y se quedan a la sombra, se secan indefectiblemente hasta desprenderse de las ramas. Para muchos árboles de climas calurosos y secos es el único camino para vivir y sobrevivir la extraña forma de sombrilla- no por usual menos singular- no es simple casualidad o capricho aberrante de la naturaleza, sino la expresión de la más absoluta y perfecta compenetración entre las necesidades congénitas del árbol y las condiciones naturales del medio. Amantes apasionados de la luz solar, de follaje brillante y original silueta, única, los pinos piñoneros no sólo configuran amplias zonas del paisaje barcelonés sino que se extienden, siempre siguiendo la línea del mar, hasta muy al norte- la Costa Brava- o hacia el sur, más allá del Delta del Ebro.

 El ejemplar excepcionalmente desarrollado del ala izquierda del Palacio frente a la amable rotonda- uno de los más sobre salientes del ámbito ciudadano- no sólo exhibe, como ninguno de sus congéneres, las leyes biológicas por las que se rige, sino que, a la vez, desempeña el papel de protagonista en un rincón paisajísticamente estilizado y bello donde, tanto las plantas, exóticas o mediterráneas, como las esculturas, se combinan, una vez más con gusto exquisito, con rejas, bancos, escaleras y pequeños muros en una gama policroma como pocas. En efecto: sobre el manto verde, tierno, del prado- claro el del césped, más oscuro el de la hiedra- aparecen el verde amarillento de los bambúes y los tonos vivos y apasionados del gran pino piñonero en solitario: verde radiante la copa, marrón anaranjado las largas placas que recubren la corteza. A un lado, un exuberante pinar, también de pinos piñoneros, pero de porte más alto y estilizado, como corresponde a los individuos que viven agrupados y por tanto obligados a compartir el espacio. Por debajo, laureles y aligustres de hojas oscuras.

 En el lado opuesto, detrás del viejo olivo de un verde azulado, el desnivel se resuelve en pequeños muros  y en un largo camino transversal disimulados ambos bajo cuatro hileras de plantas: las dos primeras, de diferentes tonos, arbustivas y recortadas; una tercera, de cipreses altos y alienados, verde negruzcos, vivamente contrastados por el blanco de las estatuas y una cuarta hilera de falsos pimenteros, de hojas y ramas péndulas de un verde visiblemente agazapado.  La rica gama cromática envuelve completamente el rincón, a tramos umbrío, a tramos luminosos, modélico en el arte del jardín.

Camino con cupresus y hermosos ejemplares de pinos piñoneros (Pinus pinea)

LA TAMARITA 1

                               LA TAMARITA Antiguo jardín particular, creado en las primeras décadas del siglo, muestra la Huella del Arqu...