domingo, 30 de enero de 2022

PALACIO DE PEDRALBES 8

Parterres de la entrada al Palacio con baladres y bouganvillea tapando el muro de entrada
 

LA AVENIDA DE LOS TILOS

La vegetación. Laureles y robinias. El pino del Himalaya.

Originario del Asia Menor, pero cultivado en todo el ámbito mediterráneo desde tiempos inmemoriales, el laurel, en Cataluña, se encuentra naturalizado- en régimen de libre reproducción, sin intervención del hombre y en lícita competencia con las plantas indígenas del país- exclusivamente en lugares habitados y en los fondos de torrenteras y valles húmedos de las tierras bajas. El aroma peculiar de la planta, los márgenes típicamente ondulados de las hojas y el peciolo rojizo que las sostiene son caracteres que por sí mismos permiten identificarlo con facilidad. En los jardines del Palau de Pedralbes es, por doquier, la especie más frecuente, y asimismo, la de imagen más diversificada: recortado como seto bordea el ala derecha del parque; perfiles redondeados, entre cilíndricos y esféricos, delimitan el arco del surtidor de la entrada o puntean juguetonamente la fachada del Palacio. Individuos altos y ufanos, en armónica convivencia con la arboleda del parque, figuran diseminados en la práctica totalidad de parterres. Pero el ejemplar arbóreo mejor conformado lo encontramos junto al minúsculo estanque del ala izquierda, entre robinias y aligustres.  La gran mayoría en cambio, conserva el porte arbustivo propio de su crecimiento natural.  Efectivamente, amontonados al pie de cualquier laurel aparecen, ininterrumpidamente a lo largo del año, innumerables y vigorosos retoños que, si se respetan, convierten cada ejemplar en un haz vivo de pequeños troncos.  Es el típico crecimiento arbustivo. La poda continuada, limitando el desarrollo aéreo, favorece la formación de estos retoños.  Una y otra forma- arbórea y arbustiva- son bien visibles a la sombra de la densa vegetación del jardín, a ambos lados del paseo de los tilos.

Paseo de los Tilos  
Psarterre de hiedra con  una de los cinco jarrones de piedra y mármol 




Al igual que sucede con los laureles, la vegetación dominante del parque es perennifolia y, por tanto, con variaciones poco aparentes a lo largo de las cuatro estaciones del año. Los contados árboles caducifolios existentes- exceptuando la doble hilera central de tilos- se agrupan, con muy pocas excepciones, alrededor del anillo peatonal de circunvalación: en el ala de poniente, viejos ejemplares de robinias, especie de origen norte americano pero tan perfectamente adaptada a nuestras latitudes que se reproduce espontáneamente y se desarrolla con extraordinario vigor por todo el territorio, llegando, a menudo, a competir con éxito con las especies indígenas. Los foliolos de cada hoja, ovalados, de matiz azulado por el reverso y en número superior a la docena, se unen, apareados, con la luz intensa del sol, auto protegiéndose del calor, y al caer el crepúsculo, en un movimiento inverso, cuelgan relajadamente. En el ala de levante encontramos asimismo muy pocos caducifolios: escasos ejemplares de tipuanas junto a la antigua rosaleda y más allá, un solitario castaño de Indias. A medio camino, un pino del Himalaya- ejemplar único en los jardines públicos de la ciudad- de hojas delgadas pero alargadas, péndulas, sujetas en grupos de a cinco. En las vertientes del Himalaya, conjuntamente con los cedros, forma bosques mixtos de gran extensión. Su presencia en el jardín, permite al paseante llegar a entrever, con un poco de fantasía, la rara belleza- exótica- de estos bosques asiáticos.

Estética y diseño

Tres caminos, desde la entrada principal, conducen al Palacio: dos laterales, que dibujan un anillo de circunvalación, y el central, más corto, bordeado de una doble hilera de tilos. Es éste el viejo paseo- tanto como los viejos árboles- que desde la antigua torre Güell, hoy cuerpo central del Palacio, atravesaba la finca entera hasta más allá de la Diagonal. La apertura de esta vía, además de seccionar brutalmente el histórico camino, creó una serie de terraplenes de acusado desnivel que fue imprescindible ceñir a la nueva avenida. El surtidor de la entrada, abrazado por un camino circular en pendiente, con laureles y naranjos amargos recortados y una pantalla paralela de cedrus y cipreses, salva precisamente estas diferencias de cota. Idéntico papel nivelador juegan las escaleras y los muros de contención alrededor del patio de las antiguas caballerizas, hoy museo de carrozas. El viejo y fragmentado paseo de los tilos, tapizado de hiedra, atraviesa la antigua rosaleda, el área más abierta y espaciosa del jardín. Parterres triangulares de césped, simétricos a ambos lados, se abren como los claros en mitad de un bosque, rodeados de una densa barrera arbórea y, por el ala norte, de un original respaldo vegetal, recortado, con una cara ataludada, de evónimos y pitósporos. En cada flanco, un surtidor, simétricamente dispuestos, ornando una de las creaciones paisajísticas de mayor simplicidad, sinónimo, sin embargo, de noble elegante.

Los tres caminos    nos conducen hasta el palacio   

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