Pocas
escenas paisajísticas muestran al visitante formas y colores de tanta belleza.
Estética y diseño
El
trazado, uniforme y rectilíneo, que desde la plaza Francesc Macià dibuja la
acera derecha de la Diagonal- doble hilera de árboles, paralela a una sucesión
alterna de pequeñas islas de reposo y parterres multicolores-, se interrumpe
bruscamente al llegar a la fachada del Palacio.
Parterre de flor con cascada, estanque y escultura femenina en el centro
La vegetación se
repliega aquí a lo largo de los 250 metros del muro de cerca: un tapiz de
plantas trepadoras, casi continuo, se aferra a la pared desbordándose por los
templetes de ambos extremos. A tocar, el tono oscuro de árboles y arbustos en
marcado contraste con las estatuas de piedra. El largo y estrecho bancal-
hermanadas la jardinería, la escultura y la arquitectura- preside y delimita
una gran explanada, abierta y luminosa, con dos estanques y parterres de
césped, subidos de nivel, rectangulares. Lugar soleado, de encuentro infantil,
de paseo y de ocio, no sólo enaltece el área de acceso sino que aísla y separa
el jardín del tráfico y la agitación ciudadana.
En el centro, un espacio pavimentado- enlaza con la Diagonal y antesala
de los jardines- se convierte en rústico y terroso traspasada la reja
monumental: barrotes de hierro forjado y columnas de obra con remate de bola
descansan, a uno y otro lado, sobre dos pabellones- el de vigilancia del
mayordomo del Palacio. Viejas farolas de
gas, con la corona condal y cuatro escudos de Barcelona, son testigos
silenciosos de una época pasada, casi remota.
Parterres
de césped que presiden la entrada, a Palacio
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