lunes, 21 de marzo de 2016

El Parque de la Ciudadela 11


El jardín latino, típicamente mediterráneo de carácter y personalidad marcadísimos, no es una excepción. Nacido en Asia Menor, en las comarcas orientales de nuestro mar, es introducido en Cataluña por los primeros navegantes fenicios. Su máximo desarrollo- de una rara perfección- no es insólito, pero, hasta muchos años después con la llegada de los pueblos árabes, procedentes también del próximo oriente. Y con ellos, también, llega el uso de los baladres, de cipreses, de naranjos, laureles y de los pinos como plantas de jardín, todas ellas originarias del ámbito mediterráneo: jardín mediterráneo envuelto de vegetación mediterránea.



Representantes aún hoy vivos de este estilo- con chispa de un foco inagotable- existentes aún hoy: la plaza de las Armas de la vieja Ciudadela nace como un bello ejemplo. Con el retomamos, una vez más, los baladres, cipreses, naranjos agrios y pinos, inherentes al más puro ambiente mediterráneo. Las plantas de este  lugar, efectivamente, sometidas a unas fuertes y prolongadas sequias veraniegas, han tenido que desarrollarse, a lo largo de milenios de evolución, un conjunto de rasgos particulares y característicos, para sobrevivir: las hojas- verdes todo el año-están generalmente reducidas de volumen y con frecuencia duras, a menudo delgadas y resinosas. No es raro encontrar también órganos vegetales espinosos o transformados en espinas. Evidentemente, reducir al máximo la superficie foliar por todos los medios posibles supone mermar las pérdidas de agua para la transpiración; es, sencillamente, el ahorro y la dosificación del elemento básico- siempre el agua, capaz por defecto, de hacer tambalear la subsistencia. Este follaje- perennifolio- además, no experimenta cambios aparentes durante el año. Solamente la sucesión de flores y frutos, con mil variantes, matiza discretamente el conjunto.



Al observar las anillas de plantas que rodean los parterres elípticos de la plaza, descubriremos debajo de los frondosos naranjos agrios, verdes brillantes, duros y coriáceos, pinchos disfrazados de idéntico color. Las hojas alargadas, también delgadas y consistentes, resinosas, de los pinos blancos, se agarran por parejas a las ramas y las de los cipreses, milimétricas y cogidas unas sobre otras, recubren la madera de todo el árbol. Los baladres- arbustos de floración espectacular- visten de igual talante. Evónimos y pittosporum- especies exóticas llegadas de oriente- conviven con sus compañeras, gracias a la existencia de estructuras parecidas. Plantas, todas ellas, perfectamente adaptadas al ambiente donde viven.


Al fondo el Parlament de Catalunya

Diseño y vegetación se unen aquí- delante del Parlamento- bajo una sola concepción. Biológica e históricamente hablando, la plaza entera es un canto, encendido, del más puro estilo mediterráneo.


E- EL LAGO

Estética y diseño

Desde la creación del Parque, que las aguas freáticas, copiosas e inagotables en este lugar de la ciudad son bombeadas a un gran depósito de 50 x 50 x 3 m. expresamente construido en el terrado de un edificio de tres plantas en la calle de Wellington 50, tocando con los árboles de la Ciudadela.  El joven Gaudí, entonces estudiante, hizo los cálculos de la estructura de tan insólita construcción.  Durante los primeros años, el agua era conducida a la cascada donde por propia presión, surgía elegante y espumosa por fuentes y manantiales.  Pasada la apoteosis acababa en el lago, plana y estancada de nuevo.  Actualmente la cascada funciona con independencia plena y las aguas del gran depósito- aun en servicio- son utilizadas en la red del parque.  El lago, en cambio, además del sobrante de la cascada, se prevé de una veta de agua- también freática- que se cruza con el túnel de la línea I del ferrocarril metropolitano y que, de no desviarse, se inundaría este tramo de vía.

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