EL ANTIGUO PASEO
DE LOS OLMOS
Entrada del Zoo |
Efectivamente, peces, aves, y algunos mamíferos daban vida i color al jardín egipcio, de 2000 años antes de C. En plena edad media, los reyes Joan I i Martí l'Humá mantenían una colección zoológica con leones incluso en el reducido jardín del Palacio Mayor, en la plaza del Reí.
Desde siempre, planta y animales de todo el mundo venían compartiendo el espacio vital del jardín. El jardín catalán no ha sido una excepción. Uno de ellos, precisamente, fue el origen del Zoo de Barcelona: en 1892 el Ayuntamiento de la Ciudad compra, íntegra la colección que Luís Martí Codolar poseía en su finca del barrio de Horta. Antípodes, leones, camellos, y un elefante... El primer jardín Zoológico de Barcelona, se incorpora plenamente al Parque, manteniendo los animales siempre en jaulas. En 1956 un proyecto de reforma y ampliación con modernas y más científicas concepciones, crea nuevos habitáculos, amplios y abiertos, con rejas y barrotes, desapareciendo las primeras jaulas y el bello y elegante paseo de los Olmos.
Poco a poco los más modernos proyectos se abren paso al diseño de 1800.
Los árboles, que en el resto del Parque imprimen carácter y
personalidad a cada parterre -recuerda el jardín Romántico-, en cada glorieta
-la de Carles Aribau- o a cada paseo - el de los Álamos o de los Tilos- que
ahora se integran con el diseño, y la arquitectura y la escultura de cada
unidad formando un conjunto indisoluble, representa, en cambio, en esta
estrecha y alargada franja del Zoológico, o bien el papel de simples
acompañantes, de reguladores de la luz y la sombra - tanto para los paseantes
como para la fauna- o el de estrictas figuras ornamentales, a menudo poco
integradas en el ambiente, contra el cual, fin y todo, han de protegerse
físicamente: no es raro encontrar troncos enteros revestidos de una tela
metálica para evitar, entre otras las mordeduras de sus huéspedes.
Pero las 45 especies de árboles que, esparcidos, pueblan
esta ala del Zoo que nos ofrece, entre muchos otros, la posibilidad- también
divertida- de aprender a reconocer los árboles por su tronco. La atenta observación de cualquier corteza
específica por cada clase de árbol- permite no solamente identificar la especie
que tenemos delante sino también entender la riqueza y refinamiento de tonos,
formas y estructuras conque es capaz de vestirse una sencilla capa vegetal de
finalidades eminentemente protectoras: efectivamente, tanto si esta estropeada sin desternimiento
la corteza- con evidente riesgo de minar la fina estructura celular interna que
protege generadora del crecimiento del tronco y sustentadora de la vida del
árbol- como si se obstruyese la respiración- lo que sucedería al recubrir el
tronco con materias no porosas- la muerte del árbol es, en los dos casos,
inevitable. La corteza equivale a la piel del cuerpo humano y es, por lo tanto,
una parte con vida, funciones y arquitectura propias las cuales, de una y otra
manera, se manifiestan en su aspecto exterior.
La corteza de las tipoanas- que endoble hilera, a tramos
interrumpida, enlaza por el lado derecho las dos entradas del Zoo- es
marronosa, uniforme de aspecto, con fisuras verticales y transversales a la
vez, numerosísimas, cortas y densas. El tronco de las palmeras datileras, en
cambio- galanamente unidas delante de la Dirección- es revestido por las
huellas- romboidales- de las hojas al caer, alineadas en espiral.
Las placas de
la corteza de los plátanos de sombra- de perfiles fantasiosos- a menudo beis,
sobre un fondo verde y amarillento, cambiante, uniformemente pálido, se
desprende periódicamente convirtiendo la armadura entera del árbol- tronco,
ramas y ramIllas- en una manifestación viva de dibujos y colores. Es sin duda
el ornamento vegetal dominante- y puede ser por eso tan ignorada- en las calles
de la ciudad. Las escamas del pino piñonero- frente a frente de las datileras-
profundamente fisuradas, se desprenden irregularmente en un juego de grises,
anaranjados y marrón rojo. Es marcadísimo el contraste de esta estructura con
el revestimiento de la joven araucaria- al lado mismo- y más aún con las
fitolacas- un poco más allá- de forma agrietada, gris verdosa, sutil y fina.
La variación continua casi inacabable: rugosas o lisas; exfoliables en
larvas cintas- las del ciprés común y el ciprés de Lambert- o con fisuras más o
menos profundas, regular o irregularmente distribuidas, delimitando placas de
contornos amplios y sinuosos- los del castaño de India o más frecuentemente, de
perfiles reducidos o geométricos: cuadradas las plaquetas de encinas,
trapezoidales los tileros, triangulares las robinias, etc...
El paseo, por un lado y por el otro, es una auténtica galería plástica
donde cada corteza- cada árbol- es un cuadro expuesto, una pequeña obra de
arte.
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