viernes, 27 de marzo de 2015

EL PARQUE DE LA CIUDADELA-1


EL PARQUE DE LA CIUDADELA


El parque ayer
Las fuentes y las esculturas; los caminos y los paseos y más marcadamente aún el manto vegetal con más de un centenar de especies, cubren y configuran el Parque actual no representa otra cosa que una etapa, muy reciente, de una larga y apasionada historia de este rincón de Barcelona.

Efectivamente, el actual edificio del Parlament al igual que la pequeña capilla hoy Instituto Verdaguer construidos frente al mismo, de aspecto regio y  tonos  rojizos con más de 250 años de vida. El arquitecto Antonio Gaudí era bien joven cuando diseña con estilo propio, la plácida glorieta de Aribau. En la misma época, las aguas del lago llenan por primera vez este rincón romántico.
El Umbráculo y el Invernadero tienen un siglo de historia. Las raíces de las plantas y de los árboles del Parque muchos de ellos también centenarios se extienden entre los miles y miles de metros cúbicos de tierra vegetal que fue volcada en 1869 para llenar los agujeros glacis de una antigua fortaleza. Para construir esta ciudadela, pero fue necesario tirar muchos metros de muralla y más de un millar de edificios.
Se puede decir que aparecen en la Ciudadela varias manifestaciones de estilos diversos de arquitectura y de arte de los jardines, bustos, estatuas, conjuntos escultóricos, plantas de todo el mundo pero, sobre todo escondidas entre todos ellos, una larga y apasionada historia que arranca en 1715 y que acaba en 1888 con la Exposición Universal de Barcelona.
LOS ORIGENES
Fue necesario derrumbar las murallas del extremo sur-oriental de la ciudad y conjuntamente con ellos más de un millar de casas habitadas entonces y docenas de calles de un barrio en expansión -el barrio de la Ribera, para poder disponer de un gran solar dentro del ámbito urbano de la ciudad donde edificar una ejemplar e inexpugnable Ciudadela. Así sucedía en 1715. Felipe V había ganado una guerra en Barcelona y había por un lado que imponer la victoria demoliendo un barrio con una impresionante movilización a la fuerza y sin indemnización a ninguno de sus habitantes, y por la otra ejercer un control político militar: una fortaleza con acuartelamiento de tropas, presencia de un gobernador y un gran arsenal, en la que se une más tarde una amplia explanada exterior a los muros y fosos donde ejecutaban los castigos y sentencias que servían de escarmiento a la población, era sin duda, la pieza ideal. Se tarda tres años en edificarla pero han de transcurrir más de ciento cincuenta años para derrumbarla.

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