EL PARQUE DE LA CIUDADELA
El
parque ayer
Las
fuentes y las esculturas; los caminos y los paseos y más marcadamente aún el
manto vegetal con más de un centenar de especies, cubren y configuran el Parque
actual no representa otra cosa que una etapa, muy reciente, de una larga y
apasionada historia de este rincón de Barcelona.
Efectivamente,
el actual edificio del Parlament al igual que la pequeña capilla hoy Instituto
Verdaguer construidos frente al mismo, de aspecto regio y tonos
rojizos con más de 250 años de vida. El arquitecto Antonio Gaudí era
bien joven cuando diseña con estilo propio, la plácida glorieta de Aribau. En
la misma época, las aguas del lago llenan por primera vez este rincón
romántico.
El
Umbráculo y el Invernadero tienen un siglo de historia. Las raíces de las
plantas y de los árboles del Parque muchos de ellos también centenarios se
extienden entre los miles y miles de metros cúbicos de tierra vegetal que fue
volcada en 1869 para llenar los agujeros glacis de una antigua fortaleza. Para
construir esta ciudadela, pero fue necesario tirar muchos metros de muralla y
más de un millar de edificios.
Se
puede decir que aparecen en la Ciudadela varias manifestaciones de estilos
diversos de arquitectura y de arte de los jardines, bustos, estatuas, conjuntos
escultóricos, plantas de todo el mundo pero, sobre todo escondidas entre todos
ellos, una larga y apasionada historia que arranca en 1715 y que acaba en 1888
con la Exposición Universal de Barcelona.
LOS
ORIGENES
Fue
necesario derrumbar las murallas del extremo sur-oriental de la ciudad y
conjuntamente con ellos más de un millar de casas habitadas entonces y docenas
de calles de un barrio en expansión -el barrio de la Ribera, para poder
disponer de un gran solar dentro del ámbito urbano de la ciudad donde edificar
una ejemplar e inexpugnable Ciudadela. Así sucedía en 1715. Felipe V había
ganado una guerra en Barcelona y había por un lado que imponer la victoria
demoliendo un barrio con una impresionante movilización a la fuerza y sin
indemnización a ninguno de sus habitantes, y por la otra ejercer un control
político militar: una fortaleza con acuartelamiento de tropas, presencia de un
gobernador y un gran arsenal, en la que se une más tarde una amplia explanada
exterior a los muros y fosos donde ejecutaban los castigos y sentencias que
servían de escarmiento a la población, era sin duda, la pieza ideal. Se tarda
tres años en edificarla pero han de transcurrir más de ciento cincuenta años
para derrumbarla.
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