Sección
E: el jardín romántico
El agua
y las plantas
Los
árboles y arbustos de más desarrollo - de porte elegante y envejecido- se
encuentran en el jardín romántico, al fondo del foso, tapizando los abruptos
taludes que los delimitan. Si bien el jardín neoclásico el paseante ha
descubierto con sorpresa ejemplares excepcionales, esparcidos por aquí y allí,
luciendo todos los atributos- poco frecuentes- de más de un siglo de
existencia, en el jardín romántico, en
cambio dominan acaparadoramente, bien en grupos o formando pequeñas masas
forestales como es el caso del denso bosquete de laureles, con tejos, encinas y
robles, a la cabecera del torrente.
La
configuración del terreno- cuenca natural de la recogida de agua de lluvia y de
sobrantes de la cascada- suministra continuamente a los vegetales, herbáceos o
leñosos, no solamente la protección física indispensable sino, más destacada
aun, la fuente primordial de vida: el agua. Incluso en épocas de sequía- tan
frecuentes en nuestro país- las capas más profundas del suelo se transforman en
importantes reservas de este elemento inestimable tan íntimamente ligado a la
subsistencia de las plantas.
Las
cabeceras de laureles, tilos y tejos- con púas de robinia ailanto entre
mezclados- recubren la larga y continuada sucesión de parterres en el fondo del
valle. Pronto, se reconoce los tonos
suaves y dibujos de la corteza que por la forma y color de las hojas,
excesivamente altas para nuestra visión.
El marrón agranatado de la corteza de los tejos- deshecha en pequeñas
láminas, exfoliadas- contrasta con la superficie lisa, regularmente gris, que
recubre los troncos de los laureles o con la corteza más clara, en tiras
sinuosas trazadas de arriba abajo, de los tilos.
Los
taludes en cambio, son las encinas y los robles- siempre entre laureles y
lentiscus- los que tienden de verde oscuro el restos del jardín romántico. Si raras y compactas son- por lo tanto dignas
de mención- las especies arbóreas silvestres que han sobrevivido a diversas
consideraciones en todo el territorio barcelonés los viejos ejemplares del
Laberinto, agarrados al suelo húmedo del terreno, merecen figurar con todos los
honores en el catálogo de árboles históricos.
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