lunes, 7 de abril de 2014

LABERINTO DE HORTA BARCELONA (6)


Entre ejemplares excepcionalmente elegantes - camelias a la sombra del umbráculo; washintonies y palmeras de Canarias a pleno sol; un formidable pie de tamarindo o el porte gigante de tilos y cedros del Himalaya- son los tejos los que, gracias a la poda, lucen formas imaginarias, libres y fantasiosos.  Con dos jardines- colindantes pero fuertemente contrastados y diferentes- fueron de uso privado hasta la bien entrada  década de los sesenta.  Y como tales se han conservado hasta hoy.




Sección B: Encinas, eucaliptos y secoyas.
El jardín, a cuestas de una pesada historia, nos sorprende con la presencia siempre con el prorrumpir de ejemplares arbóreos o arbustivos más que centenarios. En efecto, las encinas libremente desarrolladas en el paisaje, enlazadas por el ramaje a manera de alta cúpula, acogen a su sombra a uno de los cerezos de madroño más notables del territorio: La corteza lisa, marrón gránate-sobresale, en una rara armonía, entre el verde enfosquecido de cipreses y laureles, especies dominantes en su entorno.
Rozando el paisaje, esparcidos por la amplia terraza, otros  árboles eminentes reflejan sus ramas sobre el mirador del agua de la gran alberca: viejos eucaliptos, los más aparentes, de tronco y ramaje excepcionalmente desenvuelto, han logrado resistir, no sin graves perjuicios- bien visibles- las extremas heladas de los últimos años. Los tonos desvanecidos de su follaje y las cintas y galones multicolores que se desprenden de la corteza destacan del fondo compuesto por especies diversificadas, todas ellas, con única excepción  los robles, perennifolios.

No lejos de la alberca, en medio de un bosque de laureles, un ejemplar destacado de secoya- de porte estrecho y piramidal-, posiblemente único en los espacios públicos del ambiente urbano y metropolitano. La corteza gruesa y agrietada roja- dificilísima de quemar ha hecho posible la supervivencia hasta nuestros días de bosques exuberantes, auténticas reliquias forestales, reunidas en la ladera de la montaña de California-húmedos y con niebla cerca del mar.  Reputadas como especies de larga vida se llega a decir que tienen 3.000 a 4.000 años de existencia.

Contando los anillos de algunos troncos, ha permitido verificar edades rayando los 1.500 años, ciertamente no despreciables.
Por la parte delantera de la secoya, una auténtica filigrana de boj recortado-

Hoy desafortunadamente deshecha- circundaba, a manera de alfombra, cuatro tejos simétricamente plantados. Más al norte, un bello ejemplar de pino- también único en el jardín, pino de hojas muy largas- de unos 20 cm- gruesas y punzantes, con piñas gruesas, ovalado-cónicas, cogidas a las ramas generalmente en grupos, de dos a cuatro.

 Sección C: Cipreses
Centenares de cipreses comunes en la línea de los tres metros de altura, plantados a pocos centímetros unos de otros, configuran los

750 metros de paredes del Laberinto.  El ciprés común- su origen de la especie se han perdido, difuminados por las tierras del mediterráneo oriental (isla de Chipre, Grecia...) -extendido hoy por la mano del hombre en todo el ámbito mediterráneo con la especie exótica, el ciprés macrocarpa o de lambert. De porte más dilatado y piramidal, a acompañado de un rápido crecimiento, es fácilmente diferenciado de su género.

 El recorte continuado y esmerado- delimitan la altura y marcando la amplitud- lo que favorece la aparición de hojas, ramas y ramillas desde su mismo pie, convirtiendo la plantación en un auténtico muro vegetal que, en pocos años si es debidamente respetado-, resulta prácticamente infranqueable.  El corte periódico no es obstáculo, porque las inflorescencias- sean las masculinas en forma  de pequeñas piñas alargadas, o las femeninas que con el tiempo se vuelven frutos redondos y gruesos- teniendo tiempo de formarse y desarrollarse, cubriéndose multitudinariamente (especialmente las primeras), ya llegada la primavera, las monótonas perspectivas, lineales, de los inacabables caminos.

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