miércoles, 5 de febrero de 2014

LABERINTO DE HORTA BARCELONA (4)


Retroceso, vandalismo y restauración

Si a finales del siglo XIX comienza la villa de Horta, tímidamente, a transformar-se en barrio popular abigarrado-conservando pero el estilo primitivo entre de bien estar y agrícola-, en 1904, definitivamente, acaba incorporándose al desasosiego urbanístico de la ciudad. Paralelamente, las funciones privadas y sociales  que mantendrán los jardines del Laberinto en plena vitalidad, al igual que las estructuras económicas que le sustenta, quedarán ampliamente desfasadas por la feroz en vestida de la época industrial. Con los nuevos cambios y el paso del tiempo comienza el retroceso.

Finalmente, hacia 1970, agonizante, la finca entera es permutada por unos terrenos cerca de Pedralbes y pasa a propiedad municipal-55 hectáreas en total, mayoritariamente de bosques y matorrales, de las cuales solamente 8 se ajardinan. Las tierras adquiridas en 1377 por Jaume de Vallseca, antecesor de la casa Llupiá, testimonio de múltiples avatares y de decenas de años de proyectos y realizaciones, se convierten después de un siglo y medio en una finca de dominio público y en jardines propiamente dicha, aspecto entre clásico i romántico que le impregna desde siempre, en parque urbano.  El traspaso, no fue ni fácil ni mesurado: bastarían unos meses de balbuceo y de imprevisiones en la gestión para que grupos de marginados y delincuentes maltratasen de mala manera, hasta llegar a la simple destrucción, buena parte de las instalaciones y piezas escultóricas.  Se impongan entonces con una firme restauración - fundamentada en documentos y fotografías de archivo de la época de esplendor - que vuelve a los jardines, aunque parcialmente, el carácter histórico y artístico con que fueron concebidos y realizados. Desgraciadamente, algunos elementos, como pueden ser numerosos bustos y estatuas de tipo clásico o de resonancia mitológica, y de escenas del más puro romanticismo - el falso cementerio o la Ermita entre otros, fueron prácticamente inconstruibles.
 
El parque hoy
El 19 de mayo de 1971, en un acto presidido por el Alcalde de la ciudad, se abre al público, después de 180 años de <>, los jardines del Laberinto.  Las avenidas y los paseos ceñidos de anchura; las terrazas escalonadas, módicamente espaciosos, con templetes, figuras y relieves; las escalinatas salteadas de bustos y jarrones ornamentales; el reducido pabellón superior a la misma altura del agua; los dibujos geométricos de los parterres, densos de vegetación y apretados entre sí; los caminos; el propio Laberinto, de trazado angosto, apto para el paso de una sola persona, y cada uno de los numeroso recodos del jardín, íntimos, a menudo cerrados en sí mismos, pasarán desde este momento a nuevo destino, al servicio de cada uno de los ciudadanos.  El uso entero del jardín - cargado de significados y simbolismos, creado con el espíritu artístico, refinado, de una época pasada, marcada por un estilo y unos contenidos bien diferentes a los actuales y limitado desde siempre a una minoría exigua - pasa, de golpe, al acceso masivo de la sociedad.
Aún ahora, la presión es continua densa y fortísima, sobre todo- especialmente los días festivos y los fines de semana - excesiva e inmoderada.  Ahora se ha replanteado innumerables veces tramos enteros de las paredes de cipreses del Laberinto maltratados por los niños inconscientes y sin nadie que los guié; se han rehecho balaustras y jarrones y se han perdido - con todo el encanto de su carga histórica- diversas figuras, vasos y esculturas.
 De verdad hoy que los jardines son masivamente visitados y cada uno de los visitantes debidamente informados, siente la sana curiosidad de averiguar la historia de los ricos símbolos plasmados en las bellas piedras, en las bellas plantas - y encinas,  Lentiscus y madroños centenarios - y en los vellos mármoles de las esculturas y relieves  El contenido del jardín es, efectivamente, el más rico de nuestra casa tan bueno y de tanta abundancia de belleza intrínseca que la calidad de la parte neoclásica - serena y reposada calidad del verdor del jardín romántico, impresiona en el ánimo de grandes y pequeños y la reverencia se transforma en admiración y gozo por la única reliquia en Barcelona del siglo XVIII y XIX, muestra viva del libro histórico, aun sin acabar, el arte de los jardines.
 
 
 

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