LOS ORIGENES
Fue
necesario derrumbar las murallas del extremo sur-oriental de la ciudad y
conjuntamente con ellos más de un millar de casas habitadas entonces y docenas
de calles de un barrio en expansión -el barrio de la Ribera, para poder
disponer de un gran solar dentro del ámbito urbano de la ciudad donde edificar
una ejemplar e inexpugnable Ciudadela. Así sucedía en 1715. Felipe V había
ganado una guerra en Barcelona y había por un lado que imponer la victoria
demoliendo un barrio con una impresionante movilización a la fuerza y sin
indemnización a ninguno de sus habitantes, y por la otra ejercer un control
político militar: una fortaleza con acuartelamiento de tropas, presencia de un
gobernador y un gran arsenal, en la que se une más tarde una amplia explanada
exterior a los muros y fosos donde ejecutaban los castigos y sentencias que
servían de escarmiento a la población, era sin duda, la pieza ideal. Se tarda
tres años en edificarla pero han de transcurrir más de ciento cincuenta años
para derrumbarla.
DESDE LOS ORIGENES
A MEDIADOS DEL SIGLO XIX
Como un apéndice malévolo, Barcelona
mantiene incorporada al tejido urbano, durante 150, años la silueta típica de
la Ciudadela. Con el paso del tiempo, y con los consiguientes cambios
político-sociales que los pueblos tanto barceloneses como españoles fueron
experimentando, se desfigura poco a poco el papel represivo- el primordial de
la fortaleza. Los primeros jardines públicos de la ciudad aparecen pronto: el
Jardín General.
Delante
de la actual estación de Francia - y el Paseo de la Explanada hoy paseo del
Borne- que con profusión de arboleda fuentes y motivos ornamentales atenuarán, pero no evitarán, la presencia de la indeseable construcción. Las infructuosas protestas públicas y las gestiones políticas con tal de conseguir su desaparición no empiezan a encontrar razón hasta mediados del siglo XIX.
COMO ERA LA
CIUDADELA
La llamada torre de Sant Joan-parte
integrante de la antigua muralla que cerraba la ciudad alta, solitaria, de
planta circular, fue el único recorte del primer barrio de la Ribera que se
conserva en pie dentro del recinto de la vieja Ciudadela. A la sombra de su
custodia-fue casi siempre prisión militar-la plaza de las armas flanqueada de
edificios castrenses (cuarteles, almacenes, arsenales, etc.) construidos de
nueva planta a partir de 1718 rebosando todos ellos de una característica rojo
oscuro. Nada más tres han perdurado hasta nuestros días: Palau del gobernador
actual Instituto de BUP-, la capilla una sola nave con cúpula y
campanario cilíndricos y el arsenal porticat, posteriormente ampliado con
dos naves laterales, hoy sede del Parlamento y del Museo de Arte Moderno. El
conjunto arquitectónico militar, de estilo clásico afrancesado impuesto por la
dinastía borbónica, era fortificado por cinco grandes baluardes cada uno
convierte en un gran pentágono enlazado entre sí por una ciclópea muralla
protegida por revellines.
En el exterior, la anilla de un largo
foso y la visión calmada y espaciosa de una explanada histórica que aislaba de
la ciudad por un lado de los campos abiertos y por otro. La extensión total era
de 60 hectáreas .
Ilustración de la maqueta realizada en el Ateneo Obrero de Barcelona en 1935,
hoy Museo de Historia de la Ciudad.