lunes, 27 de abril de 2015

EL PARQUE DE LA CIUDADELA-2


LOS ORIGENES


Fue necesario derrumbar las murallas del extremo sur-oriental de la ciudad y conjuntamente con ellos más de un millar de casas habitadas entonces y docenas de calles de un barrio en expansión -el barrio de la Ribera, para poder disponer de un gran solar dentro del ámbito urbano de la ciudad donde edificar una ejemplar e inexpugnable Ciudadela. Así sucedía en 1715. Felipe V había ganado una guerra en Barcelona y había por un lado que imponer la victoria demoliendo un barrio con una impresionante movilización a la fuerza y sin indemnización a ninguno de sus habitantes, y por la otra ejercer un control político militar: una fortaleza con acuartelamiento de tropas, presencia de un gobernador y un gran arsenal, en la que se une más tarde una amplia explanada exterior a los muros y fosos donde ejecutaban los castigos y sentencias que servían de escarmiento a la población, era sin duda, la pieza ideal. Se tarda tres años en edificarla pero han de transcurrir más de ciento cincuenta años para derrumbarla.

DESDE LOS ORIGENES A MEDIADOS DEL SIGLO XIX


Como un apéndice malévolo, Barcelona mantiene incorporada al tejido urbano, durante 150, años la silueta típica de la Ciudadela. Con el paso del tiempo, y con los consiguientes cambios político-sociales que los pueblos tanto barceloneses como españoles fueron experimentando, se desfigura poco a poco el papel represivo- el primordial de la fortaleza. Los primeros jardines públicos de la ciudad aparecen pronto: el Jardín General.

Delante de la actual estación de Francia - y el Paseo de la Explanada  hoy paseo del Borne- que con profusión de arboleda fuentes y motivos ornamentales atenuarán, pero no evitarán, la presencia de la indeseable construcción. Las infructuosas protestas públicas y las gestiones políticas con tal de conseguir su desaparición no empiezan a encontrar razón hasta mediados del siglo XIX.

COMO ERA LA CIUDADELA

La llamada torre de Sant Joan-parte integrante de la antigua muralla que cerraba la ciudad alta, solitaria, de planta circular, fue el único recorte del primer barrio de la Ribera que se conserva en pie dentro del recinto de la vieja Ciudadela. A la sombra de su custodia-fue casi siempre prisión militar-la plaza de las armas flanqueada de edificios castrenses (cuarteles, almacenes, arsenales, etc.) construidos de nueva planta a partir de 1718 rebosando todos ellos de una característica rojo oscuro. Nada más tres han perdurado hasta nuestros días: Palau del gobernador actual Instituto de BUP-, la capilla  una sola nave con cúpula y campanario cilíndricos y el arsenal  porticat, posteriormente ampliado con dos naves laterales, hoy sede del Parlamento y del Museo de Arte Moderno. El conjunto arquitectónico militar, de estilo clásico afrancesado impuesto por la dinastía borbónica, era fortificado por cinco grandes baluardes cada uno convierte en un gran pentágono enlazado entre sí por una ciclópea muralla protegida por revellines.
En el exterior, la anilla de un largo foso y la visión calmada y espaciosa de una explanada histórica que aislaba de la ciudad por un lado de los campos abiertos y por otro. La extensión total era de 60 hectáreas. Ilustración de la maqueta realizada en el Ateneo Obrero de Barcelona en 1935, hoy Museo de Historia de la Ciudad.

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